27 julio 2005

Lucha cuerpo a cuerpo...

Mi homologa en el puesto me pone malo. Quiero decir, la clínica ofertó 2 puestos de enfermero especialista, y el segundo trabajo se lo llevó una candidata digamos de promoción interna. Y esto no tiene nada de malo, pero me parece que esto no va a salir nada de bien. Os diré por qué. Porque no tiene una opinión formada acerca de nada en particular.

Se supone que estos puestos iban a ser verdaderas cabeza de lanza, los dos únicos puestos en el país que merecen llamarse enfermero especialista en VIH/ Sida. Como tales, íbamos a encontrarnos reticencias por parte del 'todo Madrid', propios enfermeros de esta y otra clínica; médicos que se van a creer que queremos trepar y ser 'mini-medicos'; pacientes que por razones tradicionales están acostumbrados a ser mas viejos que estos doctores de una disciplina que solo lleva 25 años dando la vuelta al mundo....

Pero joder, si nos han cogido para hacer este trabajo sera por alguna razón, aunque algunas veces me da que esta colega mía ha tenido suerte de ser irlandesa, y que por eso he mojado la gamba...Como es posible que uno pase las reuniones, tanto las clínicas como las estrategicas, sin abrir la boca? Como es posible que tener una opinión sea tan, tan difícil? Es que hemos hecho votación a su propuesta para ver que leches de bocadillos nos pedimos para las reuniones!!!!!

Joder, las cosas ya están, económicamente, bastante mal para los sistemas y servicios de salud del Reino Unido, como para que encima no le estemos dotando al puesto de ningún sentido de imprescindibilidad...Cada vez que sale el tema de presentar los resultados de esto en un congreso u otro, se le arruga el pico, aunque bien que si es algo remotamente relacionado con su fantástica clínica para niños y menores, entonces no hay hora suficientemente aprovechada. Esto es un suplicio. Currar con ella es tener  al cuello una piedra conformista y reaccionaria....

Además, estamos entablados en una lucha cuerpo a cuerpo por raptar cuantos mas pacientes mejor de las cohortes ya establecidas por los demás doctores. Folletos, emails y ahora unas pegatinas adhesivas en cada hoja de las notas como recordatorio, para que al final del año no nos digan que no ha habido marketing suficiente...

En fin, que encima es de este tipo de gente que a poco que surge un problema se lanza con la lagrimita al jefe, peloteando a todo dios, haciendo de menos al equipo. Es una lástima, porque el puesto hubiera sido muy bonito, colaborativo, en lugar de haberse convertido en un trofeo preciado...la caza ha comenzado...

Recomendación Cinematográfica del Día: el Mago de Oz. Que bonito seria que pudiéramos ir por el mundo encontrándonos gente que necesita ayuda para superar sus problemas, y todo pudiéramos llegar a Oz, y todos estuviéramos muy felices. Sin embargo, sorry guys, tenemos una vida que vivir y no es como las películas...Pero me encantaron los monos voladores...

21 julio 2005

Bajo el volcan...

Otra vez...

Otra vez las carreras...Si las explosiones hubieran sido más grandes, quizás no hubiésemos estado tan mal, pero eran simplemente esos "pops" de los que todo el mundo hablaba. Eran la posibilidad de que no fueran bombas convencionales, sino nucleares, biológicas, químicas...En cierto momento si hemos tenido pánico, pánico autentico, pánico de que el mundo se nos cayera encima.

Alguien ha llamado del hospital, de mi antigua planta, preguntando por mi, porque mi nombre estaba en una lista de gente con entrenamiento biológico, y había cierta información de que cierto artefacto podía ser de ciertas características, y estaban recopilando datos de toda la gente disponible con ese entrenamiento porque en ese preciso instante nadie en urgencias estaba capacitado para atender una emergencia bio-química...dios mio, que querrían de mi? que me metiese en un trajecito de 4 milímetros de espesor y me pusiera a esperar a la nube tóxica?

Al menos esta vez nos ha pillado a todos juntos. Al menos esta vez hemos podido todos ver en la tele como nuestro hospital se convertía en el péndulo de Foucault de toda la tierra. No se podía salir del edificio, y cuando la policía nos dejo salir, en Tottenham Court Road se podía ver un autobús 134 atravesado en la carretera, y todo estaba lleno de cintas que impedían pasar hacia ningún lado, forzándonos a crear un anfiteatro romano en el que los espectadores no sabían si ellos mismos pronto pasarían a la arena.

4 bloques alrededor del hospital estaban cortados, y el camino de regreso a la estación nos llevo por delante del edificio de la British Medical Association donde todavía quedaban marcas de la anterior amenaza, donde el autobús numero 30 llego a su ultima parada.

La vuelta a casa fue surreal. Londres perdió toda la magia, se convirtió en una ciudad provinciana, sin vida, un pelele.

Recomendación cinematográfica del día: El viento en los sauces. Es una película de dibujos animados británica, en la que una pareja de ancianos se encuentra que el invierno nuclear se convierte en realidad. El hecho de que sean dibujos la hace mas ponzoñosa. Un testimonio sobre la locura...

09 julio 2005

Londres no se rinde...


Lo sé, no he actualizado. El nuevo trabajo me deja cansado por la noche, leyendo y aprendiendo cosas nuevas que quizás debería saber ya. Pero eso no es importante hoy. Lo importante hoy es que Londres no se rinde.

Londres no se rinde, a pesar de que durante casi una hora, de las 8.51 a las 9.47am, estuvimos casi de rodillas. Y digo casi, porque a poco que nos dimos cuenta que esto no era el apagón o el accidente al que quisimos aferrarnos durante unos segundos, apretamos los dientes y arrimamos el hombro, al igual que en las otras capitales miembros de este club macabro.

Si os digo la verdad, se me hace difícil distinguir si las escenas más emocionantes o dolorosas fueron las de los equipos de rescate entrando en King's Cross, sabiendo que solamente una década antes hicieron lo mismo y se dejaron la vida en un viaje al infierno, o esa imagen terrible de Tony Blair, mirando al suelo y apretando los puños, inmóvil, habiéndose encontrado con su destino, después de conocer que Londres sangraba. Sin embargo, creo que lo más difícil sería el no acompañar a Ken Livingstone en su ira contenida, su dolor desbocado, cuando se lamentaba de la cobardía en un discurso que ya le pone a la altura de Churchill. Nuestro día de la infamia…

En la clínica, antes de saberlo, solo estaba enojado porque los pacientes que tenían cita no se habían preocupado de llamar para cancelar. Ahora ya sabía porque no habían llegado. El móvil me hizo saber que Katy estaba bien, aunque por estas cosas del destino hoy se encontraba en otra clínica, echando una mano porque les hacía falta gente con mucha experiencia. Llamar a casa no fue difícil, porque el fax no bloquea las llamadas al extranjero, y a partir de entonces ya no hubo teléfonos móviles...

La muerte nos rodeaba, danzando alrededor del barrio culto de Londres, donde tantos librepensadores han aprendido a tolerarse, donde figuras ejemplares de las revoluciones latinoamericanas se han cruzado con Marx en alguna sala de lectura de la British Library, o quizás en alguno de los edificios del University College. Pero ahora esa plaza de Tavistock Square quedará para siempre asociada a un autobús de la línea 30…

Habrá imágenes que ya nunca dejarán de ser hitos de la historia de nuestras vidas. Y no me refiero a esos fotogramas del horror, sino a esa fachada de la British Medical Association, mármol blanco con vísceras humanas. La casa donde vivió Charles Dickens, y su placa azul, siempre marcarán la Zona Cero de nuestra memoria.

Alguien compró sandwiches, y queríamos ver la tele en la sala de espera, mientras mentalmente hacíamos apuestas para ver a quien llamaban para ayudar en el hospital. Brian, el supervisor de la clínica decidió reunirse con los pocos médicos que no se habían ofrecido al hospital, y por lo tanto me dejó a cargo de mucha gente sin mucho que hacer aparte de fusilar la BBC en internet. Imagenes blancas, mucho retraso. La CNN lo cubría todo mucho mejor, con más cinismo, aunque la cifra de muertos no hacia más que subir, subir, subir...

Y al caer la tarde todos reflexionábamos sobre el puro azar que nos dejaba seguir vivos, y después, sin más, la ciudad se puso a caminar, de vuelta a casa, y esa fue nuestra manifestación silente, resignada.